En todos los libros
que he leído, siempre describen los hospitales como lugares limpios, de blanco
impoluto y colores alegres, donde hay esperanza. Nunca te dicen que el olor a
desinfectante impregna el aire, se te mete en la nariz y te da la sensación que
nunca se irá, ni que el ambiente no es de paz y esperanza. Más bien lo
contrario.
lunes, 12 de octubre de 2015
viernes, 2 de octubre de 2015
Believe in miracles.
Hoy, en esta isla,
ha ocurrido un milagro.
Todo empezó cuando
desperté antes del amanecer. Aunque demasiado pronto para mi gusto, a mi cuerpo
parecía antojársele que me desperezara. Aproveché la situación y, armada con mi
iPod, me puse un chándal y salí a correr por el paseo de la playa, agradeciendo
vivir en una isla y tenerla al lado.
En la calle
todavía reinaba el silencio, interrumpido por el sonido de las olas que, como
yo, tampoco pueden dormir. A cada canción que pasaba, notaba cómo se aclaraba
el cielo poco a poco, al mismo ritmo al que mis piernas se iban debilitando por
el ejercicio, todavía poco acostumbradas a él.
Cuando por fin
me di por vencida, me paré en una farola cercana, todavía encendida, para
recuperar el aliento que parecía huir de mí. Me quité los auriculares y observé
mi alrededor, dándome cuenta de que ya se escuchaba más movimiento en la ciudad.
Desde mi posición podía escuchar el sonido de un camión de basura cercano y,
desgraciadamente, también se podía oler. Arrugué la nariz para intentar evadir
ese hedor aunque no con mucho éxito, de modo que tomé una bocanada de aire y me
di la vuelta para ponerme en marcha de nuevo para volver a casa.
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