El móvil sonó en la mesilla de
noche, despertando a Lauren. Con un gruñido, echó un vistazo al reloj, que le
reveló que aún quedaban un par de horas para que le sonara el despertador, y
cogió la llamada temiendo el motivo de la misma.
—Lauren.
—Tenemos otro—dijo simplemente una
voz masculina al otro lado de la línea.
Lauren suspiró, moviendo las
sábanas y sentándose en la cama para despertarse.
—Envíame la dirección. Voy para
allá.
Tras una confirmación, colgó y
dejó el móvil en el mismo sitio, vibrando una vez con el mensaje de su
compañero. Unas manos rodearon su torso a la vez que notó besos somnolientos en
la espalda. Lauren sonrió y se inclinó en el abrazo.
—Abusan de ti por ser demasiado
buena en tu trabajo—susurró Carrie, con la voz aún ronca.
—Exagerada—Lauren plantó un beso
en la frente de su amante y se levantó, dirigiéndose hacia el baño—. Mejor que
te prepares, no tardarán en llamarte a ti también.
En ese instante, siguiendo las
palabras de Lauren, un móvil sonó en la otra mesa de noche. La detective sonrió
con sorna y desapareció por la puerta del baño al tiempo que Carrie cogía el
teléfono para escuchar a su jefe dándole órdenes de cubrir otro asesinato.
Lauren saludó con su cabeza a
Eiden al entrar una hora después en la habitación de la lujosa mansión. Su
compañero hablaba con un hombre anciano visiblemente afectado. Iba vestido con
ropa formal, casi parecida a un esmoquin, y hablaba sin mirar al detective,
sino al cuerpo que se encontraba inmóvil en la enorme cama en el centro de la
habitación.
La detective se acercó al cuerpo y
observó los horribles detalles que relataban su muerte. Su camisa estaba teñida
del rojo de su sangre, así como las blancas sábanas de la cama. Lauren hizo una
mueca ante el desastre de la escena. Miró a los ojos del cadáver, aún abiertos,
y notó con tristeza la falta de vida en ellos.
Con un golpe de bolígrafo en el
brazo, Eiden sacó a Lauren de sus pensamientos.
—Deprimente—afirmó antes de
redirigir la atención de su compañera hacia el espejo de la habitación—. Y va con
mensaje.
—¿Para la víctima?
Eiden se encogió de hombros y
repasó los datos de su libreta.
—Puede que sí, o puede que no. El
mayordomo asegura que ayer por la tarde cuando entró para colocar la ropa –sí,
colocar, has oído bien- el espejo estaba perfectamente limpio.
Los dos se alejaron de la cama y
caminaron hacia el espejo para que Lauren lo examinara mientras Eiden la ponía
al día.
—El mayordomo encontró el cadáver,
o más bien, a Darren Brown. A simple vista el forense calcula que no lleva
muchas horas muerto, y distingue tres disparos en el pecho como causa de la
muerte. Aparte de esta obra de arte—dice señalando el espejo en el que se
podían leer obscenidades escritas con carmín—, no hay nada fuera de su lugar.
—Ya veo—murmuró Lauren repasando
la habitación con la mirada—. Una mansión como esta debe tener cámaras de
seguridad, de modo que hay que hablar con el mayordomo una vez esté más
tranquilo. También hay que hablar con los vecinos; tienen casas igual de
grandes, así que seguro que tienen cámaras en las entradas. Igual podemos
pillar imágenes de algún coche escapando de manera sospechosa de madrugada.
Eiden asintió, apuntando lo que
decía, y se dirigió fuera de la habitación para ponerse con las tareas de las
cámaras. Lauren, por el contrario, se dio un momento para mirar a la víctima. Darren
Brown. Le sonaba el nombre de algo, pero no lograba situar ni el nombre ni su
cara. Soltó un suspiro y miró el reloj, que marcaba casi las 7. Saliendo de la
habitación llena de fotógrafos, forenses y otros detectives, pensó en lo cómoda
que era su cama y lo mucho que le gustaría estar en ella en ese momento con…
—¡Detective Wyatt! —escuchó al
salir de la mansión. Levantó la mirada y vio a Carrie detrás de la cinta
policial que rodeaba la casa, intentando deshacerse de los policías que
custodiaban dicha cinta.
Lauren reprimió una sonrisa y se
dirigió hacia ella, señalándole a los policías que estaba bien.
—Carrie Decker. ¿Cómo no me
sorprende verte aquí la primera?
Los ojos de la detective emitieron
un destello al levantar una ceja hacia la periodista que estaba al otro lado de
la cinta amarilla. Notó cómo la otra mujer también intentaba reprimir una
sonrisa que amenazaba con asomarse por la punta de sus labios.
—¿Darren Brown ha sido asesinado? —preguntó
la periodista apuntándole con una grabadora.
Directa al grano, pensó Lauren. Se
inclinó sobre la grabadora y miró a Carrie a los ojos, desafiante.
—Sin comentarios.
Carrie puso los ojos en blanco.
—Venga ya—se quejó—, está claro.
Sólo necesito una confirmación.
Lauren la miró durante un momento
y sonrió con suficiencia, ganándose una mirada de odio de la periodista. Esta
apagó la grabadora y echó un vistazo a su alrededor para comprobar que nadie
las escuchaba.
—Podrías echarme una mano alguna
vez, ¿sabes?
Lauren suavizó la mirada.
—Sabes que no puedo.
Carrie cruzó los brazos y puso los
ojos en blanco.
—Ya, eso dices siempre, pero luego
los de la nacional se enteran de las cosas antes que yo.
—No se enteran de mi boca.
La periodista miró a los labios de
la detective con la mención a su boca rápidamente y se encogió de brazos.
—Si tú lo dices—dijo guardando la
grabadora en su bolso—. ¿Supongo que la cena de esta noche se aplaza a otro
día?
Lauren la miró disculpándose con
los ojos y Carrie movió la mano.
—Ya, ya. El procedimiento, lo
pillo.
La detective sonrió y suprimió las
ganas de besar a la mujer que tenía delante, despidiéndose con la cabeza y una
sonrisa.
Al llegar a la comisaría, Lauren
cogió el rotulador blanco y escribió el nombre de la víctima en la pizarra transparente.
Encontró el informe sobre la víctima sobre su mesa y lo primero que hizo fue
colocar su foto encima de su nombre en la pizarra. Darren era joven, sólo tenía
27 años, y ya era dueño de una popular empresa de publicidad. Al leer su
historial, por fin recordó que había leído sobre él en alguna revista de
emprendedores en la consulta del dentista. Así que de ahí le sonaba.
Estaba escribiendo los datos
relevantes de su vida cuando Eiden apareció por la puerta.
—Malas noticias.
Lauren se giró y vio cómo su
compañero se acomodaba quitándose la chaqueta.
—¿Tan pronto?
—La memoria de las cámaras de
seguridad ha sido borrada, y muchos de los vecinos se negaban a darnos las
grabaciones de las suyas. Sin embargo, algunos sí que nos las han dado—afirmó
levantando una memoria USB.
La detective dejó el informe en su
mesa e inclinó la cabeza.
—¿Y eso es una mala noticia?
Eiden hizo una mueca.
—Comprobé las grabaciones antes de
venir y no se ve ningún coche sospechoso, ni a nadie huyendo de la casa.
Lauren suspiró y le pasó el
informe de la víctima a su compañero.
—Le echaré un vistazo a las
grabaciones de todas maneras—dijo ella agradeciéndole el trabajo—. Darren era
un grande en los negocios. Empezó con una empresa muy pequeña y ahora es de las
mejores en el sector, imagino que ganando enemigos en el camino. Su número de
contacto es su hermano Eric; hay que llamarlo para que venga y…decírselo.
Ambos cayeron en un triste
silencio. En libros y películas los detectives siempre dicen que lo peor del
trabajo es contactar con la familia, pero ni de lejos reflejan lo difícil que
es. Para Lauren conlleva un gran esfuerzo hablar con las personas en general,
dejándola como si le hubieran quitado toda energía en la interacción, pero
hablar con la familia de la víctima era aún peor; le dejaba exhausta.
—¿Puedes llamarle tú? Yo iré a su
oficina, a ver si encuentro algo que sirva.
Eiden asintió ausente, mirando la
foto de Darren en la pizarra, mientras Lauren se ponía el abrigo. Antes de
salir, le dio un apretón en el hombro a su compañero, quien asintió de nuevo y
se puso en marcha.
Mientras Lauren subía por las
escaleras –nunca cogía ascensores si podía evitarlo- recibió un mensaje de
Carrie.
La noticia está fuera, pensé que querrías saberlo.
Aún sonriendo, la detective abrió
la puerta de las oficinas de Darren e hizo nota mental de contestarle cuando
acabara. La oficina era lujosa pero moderna, decorada con pósters de diferentes
anuncios. Una chica joven la miró desde detrás de un mostrador, levantando la
mirada de la revista que estaba leyendo.
—Buenos días, bienvenida a
Infinity—dijo con una sonrisa educada—. ¿Puedo ayudarle en algo?
—Sí, gracias— contestó Lauren
igualmente educada enseñándole la placa—. Estoy buscando a la secretaria de
Darren Brown.
La chica asintió y se levantó,
pidiéndole a la detective que la siguiera antes de comenzar a caminar. Entraron
en otra oficina, igual de lujosa que la anterior, sólo que en esta había otra mujer,
no mucho más mayor, detrás de una mesa. La chica del recibidor la señaló con
una sonrisa y desapareció por la puerta por la que habían entrado.
—Buenos días, ¿puedo ayudarle? —preguntó
al igual que la otra chica.
Lauren se acercó a la mesa y
enseñó su placa una vez más, siguiendo el procedimiento.
—Me gustaría hablar con usted.
La secretaria asintió y la llevó
al despacho de Darren para tener más privacidad.
—¿La policía? Ha pasado algo? —preguntó
mientras tomaba asiento en una de las sillas.
Lauren ocupó la silla enfrente de
ella y frunció el ceño, temiendo que eso pasaría.
—Señorita…
—Puede llamarme Raquel—completó
ella.
—Raquel, el señor Brown ha sido
encontrado asesinado esta mañana.
La secretaria abrió la boca y
contuvo la respiración.
—¿Asesinado? —preguntó con un hilo
de voz apenas audible—. Sabía que había pasado algo. No suele faltar al trabajo
sin decírmelo antes.
Lauren se inclinó hacia delante y
puso la mano en el brazo de la chica, quien ahora lloraba, para intentar
consolarla.
—Lo siento, pero tengo que hacerle
algunas preguntas.
Raquel asintió y tragó,
limpiándose las lágrimas de sus ojos.
—Entiendo. Quiero ayudar.
Acto seguido, la detective sacó su
pequeña libreta y un bolígrafo.
—¿Tenía Darren algún enemigo?
—Sí, claro. No puedes triunfar en
algo si no haces enemigos por el camino.
—¿Y no hay ninguno en especial?
—No, sólo lo normal en el negocio,
pero…
Lauren levantó una ceja y miró a
la secretaria.
—¿Pero?
—No lo llamaría enemigo, pero
últimamente no se llevaba bien con su segunda ex-pareja, Kevin.
—Kevin…—murmuró Lauren apuntando
el nombre—. ¿Sabe su apellido?
Raquel asintió.
—Kevin Harris.
—¿Y sabe por qué no se llevaba
bien?
Esta vez la secretaria negó con la
cabeza.
—No, lo siento. Quizás Andrew sabe
por qué—Lauren inclinó la cabeza, y antes de que preguntara, Raquel aclaró—.
Andrew Cook. Es el mejor amigo de Darren desde antes de que yo empezara a
trabajar aquí.
La detective asintió apuntando la
nueva información.
—¿Hay algo más que debería saber?
Raquel pareció dudar un momento,
hasta que al fin asintió.
—Ayer Darren firmó un contrato con
Sharen Worldwide. Es un acuerdo bastante importante, y tras firmarlo me mandó a
llamar a Andrew para salir a celebrarlo.
—¿No sabrá por casualidad el bar
al que suelen ir?
—Normalmente van La Cabina—respondió
la secretaria mientras observaba a Lauren escribir en su libreta, asintiendo
con la cabeza.
—Muchas gracias, Raquel.
Las dos mujeres se levantaron de
sus respectivas sillas y caminaron hacia la salida.
—Espero que le haya servido de
ayuda—Raquel se paró y miró a Lauren—. Espero que atrapen al asesino.
La detective esbozó una sonrisa
tranquilizadora para consolarla.
—Lo haremos.
Lauren salió de las escaleras a la
vez que se recogía el pelo. Todavía no era mediodía pero ya notaba los signos
del cansancio debido a la temprana llamada. Mientras aseguraba su oscuro pelo
en una coleta, llegó hasta su mesa, pero antes de que pudiera registrar la
nueva información levantó la cabeza y vio a Eiden en la sala de descanso
hablando con alguien.
Observó como su compañero le
ofrecía asiento. Tras tomar un respiro, Lauren se encaminó hacia la habitación.
—Siento interrumpir—se disculpó al
entrar.
Las dos cabezas se giraron para
mirarlo y Lauren confirmó sus sospechas. El parecido del hombre que tenía
delante con Darren era evidente. Lauren reprimió un escalofrío cuando unos ojos
igual de marrones que los de su hermano le miraron esa madrugada, haciendo que
recordara los de Darren, sin brillo ni vida.
—Esta es la detective Wyatt—le
presentó Eiden.
—Eric Brown—se presentó él,
aceptando el apretón de manos que le ofreció la oficial—. No entiendo muy bien
qué hago aquí.
Lauren tomó asiento al lado de su
compañero, quien se movió hacia delante hasta sentarse casi en el borde de la
silla. Tomando nota de la intención de Eiden, Lauren se adjudicó el papel de
observadora. Su mirada se posó en Eric Brown y esperó al golpe en silencio.
—Le hemos llamado porque esta
madrugada hemos encontrado el cuerpo de su hermano en su casa— Cuando Eric no
dijo nada, aún sin entender del todo, Eiden añadió—. Su hermano ha sido
asesinado.
Lauren reprimió una mueca. Vaya
tacto; tal vez hubiera sido mejor que lo hubiera dicho ella. Eric adoptó una
expresión de sorpresa y su mirada se alternó entre los dos detectives, como
buscando una confirmación.
—¿Que qué?
—Lo sentimos, señor Brown. Sabemos
que es algo difícil de asimilar.
Eric sacudió la cabeza a medida
que la información se iba asentando. Lauren observó cómo iba pasando por las
diferentes fases: negación, confusión, dolor. La detective sintió un nudo en el
estómago y decidió que ya no tenía hambre. Esas escenas la ponían enferma sólo
de imaginar cómo sería si le pasara a ella.
—Pero…Darren…No puede ser—balbuceó
Eric más para sí mismo que para los detectives. Cuando levantó la cabeza, tenía
lágrimas en los ojos que no llegaban a caer—. Le dije que se alejara de ese
mundo.
Lauren se movió hacia delante en
su silla y se inclinó.
—¿Qué mundo?
—Ya sabe—hizo un gesto vago con
las manos mientras tragaba sonoramente las lágrimas—, la vida que tenía solo lo
llevaba por el mal camino. Desde que se volvió famoso y rico, quién sabe lo que
se metía cada noche y a quién hacía enfadar. Todavía recuerdo cuando solo
éramos niños…
No pudo acabar la frase,
ahogándose con su propia saliva mientras las lágrimas por fin corrían por su
mejilla. Eiden le ofreció un pañuelo, el cual aceptó con una mano temblorosa, y
Lauren le puso la mano en el brazo.
—Lo sentimos mucho—repitió ella—.
Haremos todo lo que esté en nuestra mano para darle justicia.
Eric asintió y se sonó, pero se
quedó en silencio, mirando al suelo.
—Es mejor que descanse, señor
Brown. Nosotros nos encargaremos de todo—le aseguró Eiden con un apretón en el
hombro—. Si se le ocurre algo, no dude en llamarnos.
Tras intercambiar tarjetas, los
detectives dejaron a un afectado Eric Brown en el ascensor, aún sonándose con
el mismo pañuelo. Cuando las puertas se cerraron, Eiden se giró hacia Lauren.
—Odio hacer esto, de verdad.
Lauren asintió ausente, aún
mirando la puerta del ascensor. Tardó un poco más en volver en sí, pero por fin
lo hizo y siguió a su compañero hasta su mesa, poniéndole al día con los datos
que había recogido en Infinity.
—¿Andrew Cook? —Lauren asintió a
la pregunta, ojeando aún sus notas— ¿El Andrew Cook de las revistas?
Lauren levantó la mirada y torció
la cabeza.
—¿Revistas?
Eiden puso los ojos en blanco
mientras escribía en su ordenador.
—Olvidaba que apenas tienes tiempo
para hacer otra cosa que no sea trabajar o salir con cierta periodista—Lauren
le fulminó con la mirada para recordarle la amenaza que le había hecho si
contaba algo. Eiden levantó los brazos en defensa e hizo un gesto de cerrar la
boca con cremallera.
—¿Así que este Andrew es famoso?
—Algo así podría decirse. Más bien
consiste en hacer algún escándalo y que la prensa se haga eco de él. Si a eso
lo llamas ser famoso…
Lauren esbozó una sonrisa
socarrona.
—¿Detecto envidia en tus palabras
o son imaginaciones mías?
—Definitivamente imaginaciones
tuyas—asintió él. Giró la pantalla del ordenador y Lauren vio la foto de un
hombre joven y atractivo sonriendo—. Andrew Cook, ejecutivo de cuentas de
Infinity y mejor amigo de Darren Brown. Conocido por las juergas que se monta.
Estudiando la cara en la foto con
los ojos entrecerrados, Lauren asintió.
—Deberíamos hablar con él. Por lo
que contaba la secretaria de Darren, ayer salieron para celebrar el acuerdo así
que probablemente hubo fiesta para dar y regalar.
Antes de que Eiden pudiera hablar,
el sonido de su móvil asustó a Lauren, quien se estiró para cogerlo en el otro
lado de la mesa. Lauren contestó y tras una breve conversación, colgó antes de
girarse hacia su compañero.
—Stevens tiene la autopsia.
Los dos saltaron de sus
respectivas sillas, cogiendo sus abrigos antes de dirigirse hacia el ascensor.
Antes de salir de la comisaría, Lauren recordó el mensaje de Carrie y sacó el
móvil para contestarle.
Eres la mejor. Te debo una cena como dios manda.
La respuesta no tardó en llegar.
Me debes más de una, pero te lo perdono si me buscas un hueco esta
tarde.
Aunque sólo llevaban viéndose un
par de meses, Lauren conocía a Carrie como si se conocieran desde siempre, y
por eso sabía que esa cita no tenía nada de informal. Más bien lo contrario.
Probablemente intentaría sacarle algunos datos sobre el caso mientras tomaban
un café, pero Lauren no podía negarse a una pausa para ver a su novia.
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